Hace 25 años, unos niños llamados
Floritín y Pecatín que tenían 8 y 9 años vivían en Logroño y les gustaba jugar
a agricultores. Entonces, los niños les dijeron a sus padres si podían ir a
vivir a un pueblo, ya que en la ciudad no hay campos para poder cultivar. A sus padres les pareció una buena idea para
sus hijos y para ellos, que se habían quedado sin trabajo.
Pasaron dos meses y decidieron ir
a vivir a Albelda, el pueblo les encantó porque tenía muchos campos agrícolas
de diferentes productos. Floritín y Pecatín fueron con sus padres para ver qué tierras podían
comprar y después de dos días consiguieron un poquito de tierra para poder
plantar unas pocas verduras y frutas. Los niños, con ayuda de sus padres,
plantaron fresas, manzanas, cebollas, alubias… Después de varios días, sus
cultivos empezaron a ponerse malos, los niños estaban muy tristes porque habían
trabajado muchísimo.
Entonces, estaba por allí un
agricultor que al verlos tan tristes se acercó y les preguntó que les ocurría.
Éstos le contaron lo que pasaba con sus cultivos y él se echó a reír.
El agricultor, que era muy sabio
en agricultura, les explicó que podían tratar las plantas de dos formas
diferentes: una de ellas era echándoles venenos para matar a los bichos que las
atacaban y la otra forma era sin usar venenos, quitando las hierbas que salen
al lado de las plantas y estando muy pendientes de ellas. Ésta última se
llamaba cuidado ecológico.
A Floritín y Pecatín les
convenció más la segunda opinión, ya que los venenos eran algo que les parecía
horrible. Después de trabajar varios meses, empezaron a llegar sus frutos,
estaban muy contentos y recogieron muchísima fruta y verdura. Cuando llegaron a
casa con todo aquello, sus padres se alegraron y decidieron poner un puesto
para vender las frutas y verduras y así ya tendrían trabajo. Su tienda se
llamaba “Aventura Ecológica”.
Isabel Bretón Perez